SIGLO XVIII – Consolidación y densificación
A lo largo del siglo XVIII, Ámsterdam se adentra en una nueva etapa de consolidación territorial. Luego de la construcción del Grachtengordel, la ciudad logra formar una estructura funcional, y es a partir de entonces que el crecimiento no busca desplazarse hacia nuevos sectores, sino que se redefine en función al aprovechamiento del espacio ya ocupado, cambiando la lógica con la que se intervienen los espacios.
En esta nueva etapa se llevan a cabo diferentes reformas. Por un lado, se realizan subdivisiones parcelarias, buscando adaptar las tipologías tradicionales a las nuevas demandas demográficas y económicas, manteniendo la lógica del lote estrecho pero con variaciones internas para crear nuevas formas de habitar. Por otro lado, algunos canales secundarios son convertidos en calles generando nuevos espacios de circulación y asentamiento.
Al mismo tiempo, algunos sectores de la ciudad empiezan a cambiar su carácter. Áreas que antes combinaban usos comerciales y residenciales comienzan a consolidarse como zonas mayormente residenciales. En estos espacios se establece una burguesía urbana que busca reafirmar su lugar a través de la vivienda con una arquitectura más sobria y ordenada. Muchas fachadas existentes se remodelan con un lenguaje clasicista que expresa este nuevo ideal de generar una estética racional, que deja atrás el estilo barroco.
Este proceso de racionalización del espacio también viene acompañado por un desplazamiento de ciertas actividades económicas hacia los límites de la ciudad, creando nuevas necesidades espaciales que el plan de urbanización actual no puede resolver. Esto genera una nueva organización más funcional de Ámsterdam, con sectores especializados según su uso. Aun así, hay espacios centrales que mantienen su identidad,el canal Singel, por ejemplo, que pasó de ser un foso defensivo a un eje comercial y sigue teniendo un rol destacado como lugar de prestigio e identidad urbana. Su permanencia muestra cómo ciertos elementos estructurales siguen ordenando la ciudad con el paso del tiempo.
La Ámsterdam del siglo XVIII no se expande territorialmente, pero sí se transforma desde adentro, se vuelve más densa y más compleja. Esta etapa marca una madurez en su esquema urbano, que ya no se enfoca solo en crecer, sino en ajustar, mantener y resignificar lo existente.